La mayor parte de nosotros empezamos a comunicarnos con nuestros amigos a través de servicios de chat como MSN Messenger o el AOL Instant Messenger. Aquí entablabamos conversaciones con una sola persona o en grupo, podíamos poner una foto de perfil, y un par de mensajes: uno en el 'nombre' y otro en el 'estado'. Poco después nacieron Friendster y MySpace, que nos dieron la oportunidad de crear un perfil donde compartir fotos, tener amigos, mandar mensajes, compartir links, música y cosas varias. Aún así parece ser que no perdimos una gran parte del control sobre nuestra intimidad hasta que Mark Zuckerberg tuvo la genial idea, en el 2004, de crear la gran red social Facebook. Sus usuarios, aplicaciones y opciones de compartir información no paran de crecer, y por mucho que nos encante a todos tener muchos amigos y muchas cosas que decir y mostrar, no nos damos cuenta que esto nos hace perder el control sobre nuestra privacidad.
Al principio, Facebook era más para gente 'internacional' y Tuenti más para gente de habla hispana, por lo cual, se tenía una red u la otra. Ahora, raro es aquél que no tiene un perfil en ambas. Esto hace que publiquemos nuestra vida por dos para que nadie se quede sin saber la última, y lo mejor de todo es que nos sigue sorprendiendo cuando la gente sabe más de lo que debería y nos dice 'lo he visto en Facebook/Tuenti'. Por lo cual, ya no son los demás los que nos 'traicionan' contando nuestras cosas a los demás, sino que nos traicionamos nosotros mismos al publicar más información de la que deberíamos. Es muy probable que en un futuro cuando estemos buscando trabajo, la compañía o empresa que nos quiera contratar acceda a nuestros perfiles y vea cosas que pueden resultarles inadecuadas o hacernos parecer gente poco seria. De todas formas, gracias a estas redes sociales nos resulta más fácil no perder el contacto con aquellos que nos importan y que no siempre tenemos cerca.
Nuestro descubrimiento más reciente ha sido Twitter. Al poder publicar mensajes de sólo 140 caracteres hace que parezca que no decimos nada y nos incita a incrementar el número de tweets. Seguramente aquí sí que contamos más de lo que deberíamos. Aún así, nos puede consolar el hecho de que nos da la oportunidad de mantenernos informados sobre aquello que nos interesa y a estar más al día con lo que pasa a nuestro alrededor.
Dos puntos de reflexión: ¿Deberíamos tener filtro al publicar cosas en nuestros perfiles de las redes sociales? ¿La gente sabe sobre mí más de lo que me gustaría?